En una ocasión, la primera vez que tocamos, le dijeron que si podía bajar un poco el volumen de la voz: el cable del micro estuvo roto desde el principio, con lo que la señal no llegaba siquiera al equipo de sonido en aquel hotel de renombre en Málaga. La sala era pequeña y había buena acústica, con lo que decidimos seguir para adelante. Esta voz a penas necesita de amplificación. Para cantar blues hay que saber proyectar la voz: don inecuánime al blues que Pablo ha desarrollado después de muchos años de esfuerzo y perseverancia. Sí, el don también se trabaja.
Normalmente se acompaña de su guitarra y un armonicista. Siete años de conservatorio, mucha calle y tablas. Eso sí, el blues desde los dieciseis.
Algunas de sus influencias son Sam Hopkins, Lonnie Johnson y Little G Weevil, en el plano internacional y Vladi Olmos, a nivel nacional. Dos discos en el mercado: Devil Inside (2017) y River Roots (2019). Tiene su propia banda en Córdoba, Doggy Blue. Y siempre que podemos, sacamos de dos a tres conciertos seguidos para seguir tocando por la Costa del Sol.
Por ahora y hasta que gabemos vídeos, aunque llevemos desde 2017 tocando, pondré algo suyo con otras formaciones como referencia.
